viernes, 8 de febrero de 2013

La última visita al Roca

El tren se aleja y vos te vas en él
llevándote todo lo que nunca me prometiste


Siento esas irrefrenables ganas de correr y colgarme de un salto del estribo,
de tirar al suelo pasajeros si es necesario,
aunque se golpeen contra el andén,
o caigan en la vía electrificada,
o sobre el puesto de panchos cuyo vendedor (muy pancho)
estuvo mirándonos antes de que subas.
no sé qué tipo de perversión tendrá pero
ojalá que alguien le caiga encima del puesto
antes de que yo termine por ahorcarlo.

Siento otra vez esas irrefrenables ganas
de subir y tirar del freno de emergencia
y enseguida pienso que es una estupidez,
que ningún tren del conurbano
tiene un freno de emergencia funcional,
que ningún tren del conurbano
tiene un freno de emergencia emocional,
Pero si tuviera, tiraría de él
para buscarte por los vagones, escondida entre tantas caras
mirándome cansadas de deslomarse tanto
y aniquilándome en sus imaginarios por demorarles el regreso acasa,
algunas.
Otras agradecidas, no queriendo realmente llegar
y sintiendo que otro día se les fue dejando el mismo sabor
que los últimos años agrios de su vida.

Entre bocas, te buscaría, bocas que gritan,
y putean, esquivando manos
intentando pegarme pero dando en la cara equivocada.
Y con el vagón explotando en trompadas a mansalva
quisiera encontrarte al fondo mirando
por la ventanilla con tu melena rubia, tan fuera de contexto.
Tan ajena a este furgón de sangre y emociones confusas.
Agarrarte y saltar al andén nuevamente y
de alguna manera caer de pie, o de rodillas.

Y aún en mis brazos,
antes de que la última lágrima que corrió por tu mejilla
toque el suelo, pedirte
que te quedes, en un nuevo mundo
donde no te sientas tan fuera de lugar
por, justamente, no sentirnos iguales.

De todas esas irrefrenables ganas sin embargo
saco la fuerza y me paro en seco
y veo cómo se aleja la locomotora,
se lleva todas las palabras que no me dijiste, porque estaban de más
Y me quedo sólo.
Sólo con las más sinceras,
que son las que me hacen ver que
aunque las piezas de una máquina encajen
falta algo más para hacerla funcionar.

Me quedo sólo.
Sólo con el único pelo rubio
que encuentro enseguida pegado en mi pulover gris.
Y aunque ahora cada paso se siente raro,
sobre un suelo donde cada caricia se transforma en terremoto,
sé que las cosas volverán a encaminarse.
Y por eso despego el tímido pelito que se abraza
como un abrojo a las felposidades de mi ropa,
y te dejo flotar

libre.

2 comentarios:

  1. El Roca no da a lugar al romanticismo de freno de emergencia lamentablemente.

    ResponderEliminar
  2. ¿Cuántas historias lo habrán necesitado?

    ResponderEliminar