domingo, 26 de agosto de 2012

Monteturro Centro Estético


Cuando sea médico me voy a dedicar a la medicina estética
Si señor, ¡la voy a levantar en pala!
Voy a poner un lindo consultorio
lleno de lindos cuadritos
y voy a hacer un folleto copado y comprador:
Monteturro Centro Estético
¡Va a ser re copado!


(N)
Me haré de buenos secuaces
allí en la ciudad que
respalden mis prácticas
que me crean
que
practiquen a mi réplica
y
cuando hablo
que me escuchen
y
quieran oir más
del amor.


(L)Me haré de buenos secuaces
que
respalden mis prácticas, que
me crean y cuando hablo,
del amor
que me escuchen
que
practiquen a mi réplica
y quieran oir más.

(E)
Del amor
que me escuchen
y
cuando hablo de mis prácticas
que respalden a mi réplica
me haré de buenos secuaces
que
practiquen
y quieran
oir más


(D)
que me crean
cuando hablo
del amor


La gente se amontonará en mi sala de esperas
llena de asepsia y revistas viejas
Dejarán sus compromisos
para venir a verme al enterarse por algún amigo
Mi facebook estallará en solicitudes de amistad
¡Voy a lograr curar el cáncer del autoestima!
Pulir las asperezas de mis pacientes
Voy a ser cirujano plástico
sin bisturí
Voy a enseñar a la gente
a quererse
a moldear la silueta de sus prejuicios
suturar angustias coser perdones
disecar miedos
re-perfundir sueños
nutrir pasiones
higienizar culpas
un lifting de fantasmas


Voy a enseñar a la gente a quererse
según su-propia-estética
su propia estética
su
estética

21 de agosto - Por primera vez


Por primera vez las cosas empezaban a encaminarse.

Volviendo a la calidez del hogar se encontraron.
Casi sin darse cuenta,
se reconocieron por su forma de andar
(en la llovizna)
Las miradas conversaban a medida que se acercaban
(se funden) a la esquina
Primero tímidas, un poco más sueltas después,
fueron subiendo de tono hasta arder (en caricias)
más fuerte que (los cuerpos)
en el segundo previo a la explosión
que resonó (entre las gotas) ensordeciéndo
toda la manzana,
pero en la que aquellos lo suficientemente atentos
pudieron percibir (buscan)
dos latidos (perderse) coordinados
El chapoteo sonaba en la misma escala que sus tacos, pero en
distinto tiempo. Las miradas conversaban a medida que se alejaban de la esquina, ya no tan tímidas. La temperatura de sus cuerpos volvía añicos los cristales de las casas a medida que pasaban junto a ellos.
Ella estaba todavía más linda bajo sus sábanas de hace dos semanas.
Reescribieron la historia del universo sin palabras, haciendo sonar sus cuerpos más fuerte que la explosión que hacía un rato había ensordecido toda la manzana.
Y él no pudo evitar sonreír
cuando todavía extasiada se acurrucó sobre su pecho buscando la región más cómoda, respiró
profundo y fue dejándose llevar por la somnolencia que le sigue al éxtasis.
Y otra vez. Dos, tres, pataditas nerviosas que le indicaban que ya no le pertenecía, que se le había vuelto a escapar después de conseguir lo que quería. Entonces no le quedaba más remedio que mirarla y sentir como el calor de sus cuerpos se volvía un solo abrigo para los dos.
A la hora se despertó friolenta, y él todavía despierto le confesó cosas
irrepetibles.

- ¿En qué pensás?- le preguntó tras culminar su monólogo y sentirse observado. Ella sonrío y lo miró tiernamente antes de contestar, como hacía cada vez que acomodaba las palabras en su cabeza.
- En que tenés el don de decir las palabras justas en el momento justo
- Discrepo - sentenció, aunque pensó que después de todo no estaba tan mal.
- A ver, retrucameló – sintió cómo la sangre le volvía al cuerpo
- Tengo el don de decir las palabras justas a los oídos justos-

Y aunque por segunda vez las cosas empezaban a encaminarse,
no pudo decir más nada frente a la censura de su boca.

no hay casas del árbol para vos


Siempre quise una casa en un árbol como la de bart
Un refugio donde poder esconderme de nadie más 
que de mi mismo
Me tuve que conformar con una caja de madera
que doblaba mi altura
sobre el pasto

Tres paredes,
un piso, un techo;
clavos mal clavados,
una puerta con bisagras oxidadas.
Decorada por fuera con mis
pinturas rupestres de niño de seis años.
Por dentro no había más
que un teclado viejo
conectado a una family game de cartón,
-y cartuchos de cartón-
que se enchufaba a doscientosveinte voltios
de imaginación desinhibida
Una hoja blanca de papel a-cuatro siempre colgada en la pared
actuaba de visor de mi nave espacial
o de escotilla o de timón de mi barco
Cuando terminaba el juego
la arrancaba y la pared quedaba
desnuda para nuevas aventuras.
De repente fue la envidia y el placer de mis vecinos,
no dudaron en acompañarme a explorar
el espacio y el tiempo
dentro de la cápsula

Sumé una perra a la tripulación
Franca, cachorra de pastor alemán con orejas
caídas por su inmadurez
No tardó en masticarse la mitad de la popa
y la quilla del barco
dejando que escapen los controles de
la nave hacia el vacío y que crezcan
hacia dentro
las matas de mi patio,
el moho y más óxido

Un día a un tío muy yeta se le inundó la casa
se le prendió fuego y
se le cayó el techo encima
y como no se mató
me pidió mi casa para guardar sus escombros

No me quedó más opción
que ampliar ese espacio
al resto del mundo

viernes, 24 de agosto de 2012

Contrarreloj con Lucía Porcel

Esto es poesía a contrarreloj:

29'
que todos los dedos de tus pies se crucen con
todas las aristas de todos los
objetos geométricamente más feos
de tu casa1
 
27'
estaba bastante seguro de quién era hasta que
llegué a este boliche y me pidieron
que me planche la remera y me
depile las patillas

26'
creo que podría levantar un auto
en este
mismo
instante
o romperte la cara,
o pegarle a mi viejo y mirá que pesa como tres negros
si tan solo tuviera
un poco más
de fuerza, de la de verdad
¿la de verdad?
eso que llamás la de verdad
no existe nene

23' (el contador me está cagando)
todoslosdíasconozcogentealaque
nolefuncalabarraespaciadora2
o le funciona bas tan te bien
pero yo me encie rroen pre jui cios
quenomedejanverlo

22'
tengo que ir al gimnasio para
poder ser groso y
levantarme a mi vecina fashion

21'
me enamoré de una chica
con mucho glamour
salida de la clase Barbie&Ken cientoyalgo3
a mi me gustan mas bien sencillas
sucias
roñosas
-¡a las que todo les chupa un huevo!-
poneme pituco
(te la pongo hasta con tuco! nono, para eso no)
yo te pongo a girar en mi mundo

20'
si todavía no entendiste de qué se trata esto
es más o menos como una bomba
de una película de poco presupuesto
sobre tiros y rambos y armas y guerras
con una bomba que tiene un visor
de letritas rojas hechas con dígitos como
los de una calculadora vieja, de primaria
sólo que cuando llega a cero
nadie explota
nadie muere
sólo este personaje de ficción
que existe gracias a la batería de la laptop

19'
¿Por qué será,
que los escritores ven fácil lo
que ya está dicho y difícil
lo que han de decir
cuando ésto último
es más suyo
que nada más?

20' (no sé qué está pasando con el taimer)
La poesía no tiene
por qué mierda tener
este formato de mierda4

18'
Jugando entre másquinas descubrí:
guau
me hubiera gustado mucho ir a un colegio técnico
rodeado de máquinas para poder jugar
lleno de humos y vapores nocivos
y ruidos molestos y aceite por doquier
enseguida pienso
en el olor a huevo de las aulas
en los metabolitos de la testosterona
escapando vía cutánea a la biósfera
en perderme la belleza
de las muchas mujeres todas distintas
en el todos los días de mis aulas
carecer de horas de su observación
y análisis
y risas
y crisis
y llantos y besos y las dos cosas a la vez
lás máquinas me divierten,
pero no volvería el tiempo atrás
no me hubiera gustado ir a a un colegio técnico

9' (me están cagando, acá me afanaron casi diez minutos)
Juego con la muerte
la saco a bailar en todas las milongas
ella me supera ampliamente,
tiene tanta gracia...
Sabe lo que siento por ella
sé que no siente lo mismo
promete venir a visitarme, por suerte aún la espero
no tengo apuros.
Pero cuando llegue:
Que venga vestida de blanco
que me pida que la acompañe
a mirar el último amanecer de mi vida.

1'
Bienvenidx
al primer día
del resto de tu vida.
Cuanto poder
¿Qué vas a hacer con todo eso?


jueves, 23 de agosto de 2012

17- Scott Fitzgerald [La caricia invisible]


Para entonces sólo estaban a unos dos metros de distancia, enfrentados. A él le hubiera gustado poder viajar a su lado, pero ver su rostro adormecido era un buen reemplazo. Viajaban conectados por los pocos centímetros de piel que se fundían en una caricia prolongada en el tiempo. El dorso de su mano libre le rozaba con especial delicadeza el tobillo, en sintonía con el vaivén del vagón sobre los rieles. Conocía cada una de las venas que se le dibujaban enraizadas bajo la tenue luz que entraba por las ventanillas. Era una posición tan incómoda, sin dudas, pero fue lo mejor que pudieron conseguir para poder atravesar en el menor tiempo posible los kilómetros que aseguraban su escape.
La mayor parte de su actividad cerebral parecía estar dedicada a sostener dicha caricia, dejando un pequeño número de neuronas libres que apenas podían rebuscárselas para sostener las demás funciones vitales, como respirar, leer y mirarla cada tanto. Como si fuera a escapársele aprovechando el descuido producido por un párrafo que lo atrapase de verdad. Uno de aquellos que de repente le confesaba más verdades de las que podía tomar nota.
Podía predecir que el vibrar del vagón la mecía en un sueño profundo, la arrullaba el viento metiéndose a través de los cristales rajados, entendía como avanzaba su trance a medida que las nerviosas pataditas que soltaba involuntariamente cada tanto, desaparecían hasta la quietud absoluta. En ese momento él se sabía responsable de sostener ese vínculo invisible para el resto del vagón, tanto incluso para los vagabundos que viajaban en el asiento contiguo.
La extrañaba en aquellos tramos donde la corrupción de años había carcomido las vías, y éstas convulsionaban al tren en feroces sacudones que separaban sus carnes haciendo desaparecer por instantes la efímera demostración de cariño;  o cuando todavía entredormida desenroscaba sus piernas para desentumecer las partes del cuerpo que sentía que ya no le pertenecían. Ni bien volvía a acostarse aparecían las pataditas anunciando que se entregaba nuevamente al plano onírico.
Cada tanto se separaba de él para abollar sus abrigos y fabricarse una almohada. Era tan duro el contacto entre sus espaldas y las maderas que debía repetir este proceso varias veces. Ya cómoda podía retomar su último sueño justo donde lo había dejado, no sin antes recordarle a sus piernas de gacela las coordenadas justas en las que debían colocarse. Se movían sutiles hasta el punto en que la distancia entre las pieles era apenas milimétrica, volviendo a aparecer la caricia invisible.
Él se sonreía ante la complicidad implícita entre sus cuerpos